miércoles, 13 de febrero de 2008

¡Fin de exámenes!

domingo, 3 de febrero de 2008

Ahora sé por qué llorais


Los ciborgs no sienten dolor. Yo sí. No vuelvas a hacer eso. Escúchame y atiende. El Terminator está ahí fuera. No se puede razonar con él, es un exterminador. No siente lastima, ni remordimiento, ni miedo y no se detendrá ante nada, jamás, hasta que estés muerta.

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Tu hijo me dió un mensaje para ti, me lo hizo memorizar. Gracias Sarah por tu valor en los años oscuros. No puedo ayudarte en lo que pronto te espera, solo sé que el futuro no está establecido. Debes ser más fuerte de lo que te imaginas ser. Debes sobrevivir o yo no existiré. Es todo.



- No acabará nunca, ¿verdad? Estoy temblando. Vaya leyenda, ¿eh? Debes estar decepcionado.
- No, no lo estoy.
- Kyle, las mujeres de tu tiempo, ¿cómo son?
- Luchadoras.
- No me refiero a eso. ¿Había alguien en especial?
- ¿Alguien?
- Una chica, ya sabes.
- No... nunca
- ¿Nunca? Lo siento. Cuanto lo siento. Te debe doler.
- Se puede controlar el dolor. Se puede desconectar.
- ¿Y no sientes nada?
- John Connor me dió una fotografía tuya. Entonces no supe por qué. Era muy vieja, rota, descolorida. Eras joven como ahora, pero parecías un poco triste. Siempre me pregunté lo que estarías pensando. Memoricé cada rasgo, cada curva. Atravesé el tiempo por ti Sarah. Te quiero. Desde siempre.



- No lo lograremos, ¿verdad? Me refiero a la gente.
- Está en vuestra naturaleza destruiros mutuamente.



Observando a John con la máquina, de repente lo vi claro. El Terminator jamás se detendría, jamás le abandonaría y jamás le haría daño, ni le gritaría o se emborracharía y le pegaría, ni diría que estaba demasiado ocupado para pasar un rato con él. Siempre estaría allí y moriría para protegerle. De todos los posibles padres que vinieron y se fueron año tras año, aquella cosa, aquella máquina, era el único que daba la talla. En un mundo enloquecido, era la opción más sensata.



- Se acabó.
- No, aun hay otro chip, y también debe ser destruido. Ten, yo no puedo autoterminarme. Debes bajarme hasta la caldera.
- No, no , ¡NO!
- Lo siento John, lo siento.
- No, todo irá bien, quédate con nosotros, todo irá bien.
- Tengo que irme.
- No, no lo hagas, por favor no te vayas.
- Debo marcharme John.
- ¡No! No, espera, espera, no tienes por qué hacerlo.
- Lo sé.
- No, no lo hagas, no te vayas.
- He de terminar aquí.
- Te ordeno que no te vayas, ¡te ordeno que no te vayas! ¡Te lo ordeno!
- Ahora sé por qué lloráis, pero es algo que yo nunca podré hacer.

viernes, 1 de febrero de 2008

Tan sometido

Hay que estudiar algo con porvenir,
hay que buscar algo para escapar.
Una carrera con salida
de las miserias de la vida.

Febrero está aquí, eso significa que muchos especimenes pseudo-estudiantes, entre los que yo me incluyo, nos refugiamos en cavernosos refugios para alimentar nuestras hambrientas quijoteras ávidas de conocimiento. Parece una noble causa, pero ni mucho menos. Detrás de este afán de sabiduría se esconde una triste realidad. Casi todo el que estudia una carrera lo hace para obtener el preciado título. Sí, ese que nos convertirá en diplomado/licenciado/ingeniero en… y del que podremos fardar en nuestra vida curricular. Porque de eso se trata, o así se lo toma cualquier estudiante de los denominados genéricos, cada asignatura se considera como un obstáculo que se interpone entre el estudiante y su vil título, cuando la verdadera recompensa debería ser la experiencia y sabiduría adquirida en el camino.

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El mercado laboral pronto va a necesitar
gente con preparación, más competitividad.
No pensar ni criticar, sumisión, adaptación.
Y llaman universidades a criaderos de mutantes.

Y en eso nos convertimos, progenie mutante. Adaptados por y para la sociedad productiva. Somos maquinaria del denso tejido industrial. No se tiene en cuenta quienes ni cómo somos, el título es nuestra carta de presentación, o al menos suele ser así, que generalizar es de ineptos.

Hace unas semanas, creo que fue la noche del advenimiento anual de JC, andaba con P y A discutiendo que quien sería más digno de halagos: un lobo de mar, curtido en mil batallas y conocedor de medio mundo, o un ilustré erudito que tiene en su poder cuantiosas cantidades de conocimientos adquiridos de las mejores bibliotecas. Este último es también conocido como rata de biblioteca, sin que el símil con el roedor menosprecie su candidatura. Pues, en un principio, y supongo que debido a nuestras distintas personalidades, A se decantó por el lobo de mar y P y yo por el erudito.

lobo vs rata


Analizando fríamente las dos opciones a barajar, se pueden encontrar argumentos para apoyar a los dos candidatos. Porque de qué sirve saber de la vida sin experimentarla, y por otro lado, sin apoyarte en lo que otros ya han aprendido volverás a caer en sus mismos errores. Parece que la discusión puede sintetizarse de la siguiente forma: qué es más valioso, descubrir mediante la experiencia o mediante el aprendizaje teórico. Un equilibrio parece lo más sensato. Cada persona debe balancear teoría y practica hasta encontrar el punto donde se encuentra más confortado. Siguiendo con la discusión, A me mostró argumentos para me rindiera a su evidencia y diera mi apoyo al lobo de mar. Fueron bastante convincentes, pero, aun así sigo buscando mi equilibrio.

Cumple y estate calladito y ganarás tu dinerito.
Hoy la mafia empresarial decidió tu bienestar
Un esclavo de nivel preso de un ordenador.
Tu corazón es sometido para el sistema productivo.

Pues si, es difícil salir del engranaje social preestablecido. Tú y yo, como todo hijo de vecino, sabemos que acabaremos terminando nuestros estudios, encontrando trabajo, comprándonos el coche y pagando la hipoteca. Porque es lo que no ha tocado vivir. Pero, tanto estudiar, tanto estudiar… no sirve de nada si no disfrutas de la vida. Leí hace tiempo, no recuerdo dónde, que se debía pensar cada mañana al levantarse si te gusta lo que tienes que hacer ese día, si es que sí, vas bien. Si no es así pero no puedes evitarlo, te jodes ese día. Si pasa mucho tiempo y sigue sin gustarte lo que tienes que hacer: ¡QUÉ SE JODAN OTROS!